viernes, 28 de enero de 2011

Receta de Roscón de San Valero (29 de enero)

Receta Roscón de San Valero

Los roscones buscan a sus compradores desde luminosos escaparates zaragozanos

Roscón de San Valero (29 de enero)

Ingredientes:

Para la masa madre o impulsora:

50 ml de leche templada
90 gr de harina de fuerza
10 gr de levadura prensada

Para el roscón:

625 gr de harina de fuerza
250 ml de leche
10 gr de sal
20 ml de agua de azahar
Una copa de ron
100 gr de azúcar glass
Dos huevos enteros y una yema
100 gr de mantequilla
Raspadura de la corteza de un limón y de una naranja
Un huevo batido para barnizar
Fruta escarchada variada para decorar
Almendra laminada para decorar

El modelo francés totalmente distinto
Hojaldrado y con pasta de almendras

Galette des Rois
Golosa y coqueta, y sin agujero

Versión portuguesa

Versión mexicana


Elaboración:

Masa madre:

En primer lugar ponemos la harina en un cuenco y desmigamos sobre ella la levadura prensada. Agregaremos la leche templada y mezclaremos bien con una cuchara. Luego seguiremos mezclando con la mano. Formaremos una bola y le haremos una cruz en la parte de arriba con ayuda de un cuchillo afilado. Llenaremos un bowl con agua tibia y sumergiremos la bola anterior en ella. Veremos que se va al fondo y empieza a burbujear. En torno a un cuarto de hora después la masa subirá a la superficie. Una vez que este flotando la sacamos y la reservamos para añadirla a la masa del roscón.

Roscón:

Para comenzar, dispondremos la harina en forma de volcán en un bowl, e iremos añadiendo todos los ingredientes, incluyendo al final la masa madre elaborada anteriormente. Amasar bien con las manos durante unos diez minutos. Si vemos que la masa queda demasiado líquida añadiremos algo más de harina. Una vez la masa se despegue de los dedos, la cubriremos con papel film y la dejaremos levar durante toda la noche (lo ideal sería en la nevera, pues una fermentación lenta aportará esponjosidad al roscón).

Al día siguiente sacaremos la masa del bol  y volveremos a amasar sobre una superficie bien enharinada. Volveremos a hacer una bola con la masa y agujerearemos el centro hasta adquirir la forma del roscón deseada teniendo en cuenta que va a volver a duplicar el tamaño (por ello el agujero debe quedar más bien grande). Lo colocaremos en una bandeja para horno forrada con papel de hornear y luego cubriremos la bandeja con papel film para que no se reseque mientras leva por segunda vez. Una vez haya duplicado su tamaño y con la ayuda de una brocha de cocina lo barnizamos con huevo bien batido y decoraremos generosamente y según el arte de cada cual con la fruta escarchada y las almendras laminadas.

Con el horno precalentado a 180º C lo introduciremos en el horno y lo coceremos unos 20 minutos (según sea el horno). Finalizada la cocción y dorado el roscón lo dejaremos enfriar a temperatura ambiente. Más tarde, y este paso es completamente voluntario, con un cuchillo bien grande  partiremos el roscón por la mitad y lo rellenaremos con el acompañamiento deseado. Lo habitual en Aragón es la nata o la trufa, y en el Sur la pasta de almendras o el cabello de ángel. Otras variables menos utilizadas serían rellenos con confituras de frutas, pralinés de chocolate, manzanas o calabazas asadas incluso una buena y consistente crema pastelera. Nuestro preferido es el que no lleva ningún tipo de relleno con la intención de pasarlo con una generosa taza de chocolate bien caliente (de los que queman la lengua)

Oportunismo y populismo digno de su patrón

Pero el gasto social sigue cayendo, y cayendo, y...

Sarkozy ha recuperado la tradición para el Eliseo, pero exige
que no haya haba por sus connotaciones monárquicas
Esquizofrenia chauvinista


!    ¿Por qué recomendamos una receta tan tradicional?

Cierto que no suele ser habitual en nuestro blog la recomendación de recetas y costumbres anquilosadas y tradicionalistas (como se trata del Roscón de San Valero). Si tratamos el tema hoy no es por las virtudes gastronómicas del dulce (que las tiene y muchas) sino por la oportunidad que nos brinda el patrón de Zaragoza de evidenciar una realidad con la que somos muy críticos.

Como se verá más abajo, los zaragozanos tenemos un patrón, San Valero con una característica muy especial en su haber: el oportunismo. Se libró del martirio a manos de los romanos haciendo pagar los platos rotos a su segundón, un tal Vicente que, literalmente, se comió el marrón. Hay que decir que en señal de agradecimiento le levantó una iglesia en su honor, nada menos. Al leerlo se nos vinos rápidamente a la cabeza la figura del alcalde de Zaragoza. Puritano como su patrón, oportunista (chaquetero suena peor) que se lo pregunten a sus antiguos socios chunteros, del populismo de ambos sobran ejemplos, amantes de la Santa Madre Iglesia (sea por convicción o conveniencia el resultado es el mismo). Además de unirles algo que nos joroba, por lo bueno que está, como es nuestro roscón. Únicamente queremos lanzar aquí un deseo: desvincular el querido y delicado manjar de dos tipos como estos. No lo merecen.

Relicario terrorífico


!    Apunte histórico sobre el personaje:

El futuro obispo Valero vino al mundo en Caesaraugusta en un incierto año del siglo III. Hijo de una de las más ilustres familias de la ciudad de la que se convirtió en su obispo en el año 290. Conocido como el tartamudo por un problema en el habla, encontró un insustituible ayudante en el diácono Vicente que se trajo de Huesca. Encargado éste de transmitir los mensajes de su superior.

A principios del siglo IV los emperadores Diocleciano y Maximino desencadenaron una persecución contra la Iglesia, que ya amenazaba su poder terrenal. En esas circunstancias el obispo y su diácono fueron conducidos a Valencia donde se les juzgó por un tribunal. Vicente halló el martirio (por hablador) y la mudez de Valero le permitió conservar su cabeza sobre los hombros. Fue desterrado a Enate, actual pueblo vinatero cerca de Barbastro. Allí vivió doce años predicando en el templo que mandó construir en memoria de su salvador Vicente hasta su fallecimiento, acaecido probablemente en el año 315.

Los restos del obispo y sus veneradas reliquias sufrieron varios traslados debido a la ocupación de la Península por los musulmanes. Del castillo de Estrada llegarán a Roda de Isábena, cabeza eclesiástica de Aragón por entonces. Al alcanzar el papado Don Pedro de Luna regaló a la Catedral en 1397 el relicario para guardar el cráneo del obispo patrono de la ciudad. Hoy considerada obra maestra del gótico y que se puede contemplar en el retablo mayor de La Seo. Su festividad se celebra el día 29 de enero, siendo ese día el postre popular el llamado roscón, que en nada parece diferir del de Reyes.

La idea original de comerlo en comunidad sigue fomentándose por el supuesto alcade socialista actual (de su socialismo no tenemos todavía pruebas objetivas que lo avalen, pero son demasiado abundantes las de su meapilismo), que manda bendecir religiosamente un enorme roscón que se reparte entre los zaragozanos que quieren acercarse por ahí para hacer gasto al Ayuntamiento y pasar frío (pena de lluvia, que siempre llega a destiempo).


Los pasteleros se lucen en la festividad

Comercios engalanados


!    Apunte histórico sobre el Roscón:

Si se busca información acerca del origen de la tradición rosconera en nuestras tierras, las contradicciones, debates infructuosos, versiones distorsionadas y equívocos son multiples. No trataremos aquí de desmontar mentiras y falsos mitos, sino que vamos a tratar de buscar puntos de encuentro y extraer lo que parece ser común o compatible con todas las versiones y que ayuden a explicar el estado actual de la cuestión.
Nos detendremos en cuatro momentos que determinan el devenir histórico de la tradición, que más que contradecirse parece que pueda tratarse de una evolución lineal de la idea original.


Las Saturnales acababan en orgías
Debemos recuperar el origen pagano del festejo
¿O no?

El primer momento destacable lo encontramos en las llamadas Fiestas Saturnales de la antigua Roma. Estas fiestas se celebraban a final del año, coincidiendo con los días posteriores al solsticio de invierno. Muestran la alegría del pueblo ante el comienzo de los días más largos y la perspectiva del camino hacia la fructífera primavera. Durante estas fiestas, parece que una práctica se fue estableciendo como común en los hogares privilegiados. El hecho era que se ocultaba un haba en cualquier lugar de la casa y se concedía un premio al esclavo que la encontrara. El premio consistía en la libertad durante el periodo que duraba la festividad. Irreal e increíble, pero parece que formalmente, al menos, si que se hacía. Funcionaba este hecho a la manera que siglos después lo harán los carnavales. Válvula de escape de una sociedad opresora que invertía los roles por un corto periodo de tiempo para eliminar tensiones sociales. Será en el siglo III cuando la tradición se popularice como dirigida a los niños. El cambio vendría en que el haba se escondería en un dulce bollo (masa de pan hecha con miel y dátiles) y sería el niño que lo encontrase el rey por un día. De este primer momento vale la pena revisar lo que nos cuenta Luciano en boca del dios Saturno: “Y una vez que los dados te dan la suerte de ser rey, sólo en virtud de esa dignidad tienes el derecho a que no se te impongan órdenes ridículas, mientras que tú puedes ordenar a uno que declare algo vergonzoso de sí mismo, a otro que baile desnudo, a un tercero que cargue con la flautista y la lleve a hombros tres veces por toda la casa; todo ello es, sin duda, una prueba de que puedo repartir dones importantes.”


El meapilismo cristiano lo transformó en amable celebración

Luis XV de Francia lo popularizó en su versión terrenal

Así le fue a su descendencia.
Los franceses saben hacer la cosas bien

La tradición seguiría evolucionando secuestrada por los cristianos y ligando el hecho con la epifanía, por que es más fácil implantar festividades religiosas en los momentos en los que antes había otras arraigadas. Cuestión de practicidad. Así llegamos al segundo momento y lugar importantes para la historia de nuestro invitado de hoy: la Francia de Luis XV, nada menos. Sería, dice cierta tradición, el cocinero de este tipo el que reelaboraría el dulce y lo ligaría a la monarquía gala. Se cuenta que el servicial y pelota pastelero real quería obsequiar a su rey con un presente, y se le ocurrió la brillante idea de introducir una joya en el interior de un pastel con forma de corona. Fue tanta la gracia que le hizo al monarca que se puso de moda entre la aristocracia francesa hacer lo mismo todos los años. La tradición se iría desclasando hasta llegar al pueblo, y así se estableció la tradición y el nombre en sus dos versiones: Gateaux des Rois y Galette des Rois, según hablemos del Sur o del Norte del país. Esta división geográfica no es irrelevante, pues da lugar a dos tipos muy distintos de productos. Mientras en el Norte, sobre todo en las catolicísimas Alsacia y Lorena (donde todavía rige el Concordato con la Santa Sede napoleónico) se presenta como Galette des Rois, en el sur del país lo hace como Gateaux des Rois y es la forma en la que llegará a España. La galette es una masa hojaldrada rellena de pasta de almendras y el gateaux es masa harinada con forma de bollo dulce adornado con frutas escarchadas imitando una obra orfebre. Es importante para este momento lo acaecido desde tiempos de la Revolución Francesa y el proceso de laicización del Estado francés, pues se produce el efecto contrario al acaecido siglos atrás. El problema es que la tradición se desligó de lo religioso y se acercó a lo monárquico. Desquiciante ligarlo siempre a un asunto ideológico, pues siempre que cae el homenajeado del poder la tradición pierde sentido. Por eso en el país vecino llegan a la situación actual de comer el dulce con vocación religiosa, política o, los más inteligentes, sólo gastronómica.


Isabel de Farnesio, esposa del primer Borbón, Felipe V
lo populariza en España

El tercer momento que nos interesa es el siglo XVIII y el lugar España. Será con los Borbones cuando llegue la popularización de esa tradición. Los cocineros franceses de Isabel de Farnesio, segunda esposa del Rey Felipe V, Pedro Benoist y Pedro Chatelain le darán forma de rosca o anillo, lo adornarán con frutas escarchadas. La costumbre comenzará a extenderse por peloteo entre las clases altas de la sociedad y pasará por imitación a las más bajas.

En resumen: lío monumental. Todo verdad y todo mentira. Lo cierto es que si vemos todas las connotaciones que puede hoy tener la celebración de la fiesta vemos reflejos de su historia, así que posiblemente algo de cierto habrá en todas ellas. El festejo es entre otras cosas religioso, no olvidemos que se celebra la festividad de un santo; pagano, pues nos recuerda que ya ha pasado lo más negro del invierno; generoso, pues contiene un premio para un afortunado; laico, pues celebra una manifestación del poder terrenal aunque sea identificada en la monarquía (era lo que había por entonces); comunitario, por la costumbre desde la antigua Roma de comerlo compartiéndolo (parece que veo transformarse las largas colas delante del donativo de Belloch en filas de esclavos en esperanza de unos días de libertad); infantil, pues el regalo-premio siempre fue ligado a la sorpresa de un niño que pasaría a ser rey por un día; globalizador, pues encontramos distintas manifestaciones como variante geográficas que acercan una única tradición original con las particularidades de cada pueblo; elitista, dado su origen patricio, monárquico y aristocrático; popular, por su amplio arraigo entre las gentes de la calle; generoso y solidario, por el hábito de repartirlo por bares, establecimientos, instituciones, etc…entre sus clientes y concurrentes.


Nuestra propuestas: Los Mallorquines

 La Tolosana

Fantoba

Pero en cualquier bar decente el convite está asegurado

Sin nada más que añadir y con ansiedad por untar un buen pedazo de roscón doradito en un tazón enorme de chocolate hirviendo bien oscuro y espeso, se despiden los idasdecocina hasta la próxima ocurrencia.
Salut para casi todos.
Aires de grandeza

martes, 25 de enero de 2011

El barrio del Raval y Casa Leopoldo (La fertilidad de la decadencia)

El Raval de Barcelona o la fecunda decadencia de un barrio (Casa Leopoldo)

Pa amb tomaquet: Bien de Interés Cultural ya!!!!


Cuando el viajero asoma la cabeza por la salida de la boca del metro de Liceu, el corazón de la ciudad inicia un juego sensual de coqueteo con él. La turística Rambla aparece repleta de grupos de visitantes, la mayor parte de las veces ataviados indecorosamente, como si el hecho de hacer turismo en España diese licencia para perder el buen gusto e incluso la educación. Chancletas con calcetines en invierno, pantalones de exploración dignos de las llanuras del Serengueti para entrar a un Zara, enormes montañas nórdicas engullendo internacional fast food a horas inverosímiles, silenciosas hordas niponas tan mudas como la Santa Compaña fusilando a golpe de flash cualquier encuadre curioso. Escenas que se suceden diariamente por la avenida que, cual zigzagueante cicatriz une la Plaza de Catalunya con el monumento a Colón.

Boca de Metro del Liceu

Solemnidad

Modernidad en Ronda del Raval
Vagina del barrio


Esta primera imagen de la ciudad no debe afectar nuestro ánimo. Algo tan cutre como esa visión esconde detrás una invitación a unos mundos inesperados. Concretamente son dos las opciones que se abren a esas alturas. Cruzar la calle en sentido Norte hubiese sido lo más habitual hace unos años. Allí se inicia el recorrido clásico por el Barrio Gótico de la ciudad. Calles con sabor medieval, pequeñas plazuelas, otras enormes e institucionales como la de Sant Jaume, enfrentando Generalitat y Ajuntament, llegando a la Catedral de horrible fachada, precioso entorno y desconocido interior. Pero no es hoy este lado de las Ramblas, que llegaría hasta Vía Laietana, el objeto de nuestro análisis.

Los vecinos conservan el sabor de antaño

Carne de cañón de fábricas...

Lascibia y desenfreno (reapertura por necesidad social

Desenfreno lujurioso...


...de colores y aromas
Sant Josep (La Boquería)

Más trotero pero igual recomendale
Sant Antoni


En sentido Sur se abre la otra posible ruta. Hoy es la que recomendamos. Trataremos de justificar por qué un paseo por el Raval barcelonés es hoy en día una de las actividades más enriquecedoras y visualmente recomendables de las que podemos llevar a cabo en la ciudad. El barrio se encuentra comprendido entre dos de las avenidas más importantes. El Paralelo y las propias Ramblas. Varios hitos urbanísticos limitan su entorno: El picantón y alegre Molino en un extremo se enfrenta al clásico y solemne Liceu en el otro. La coqueta y estridente Boquería opuesta a la discreción y pragmatismo del Mercado de Sant Antoni. En el corazón del barrio, de manera inesperada, la Ronda del Raval aúna todos los espíritus contrapuestos en un ejercicio mayúsculo de sincretismo cultural, además de recordar en su morfología a una enorme vagina a punto de dar a luz. Parto de un nuevo mundo que se otea en el horizonte del barrio.

El recorrido aconsejado estará guiado por la intuición. La mejor manera de dejarse seducir por el barrio es pasearlo internándose en las calles según nuestro olfato. Entraremos a la zona a través de cualquier calle o callejón de los que arrancan en las Ramblas entre el Mercado de Sant Josep y el Gran Teatro del Liceu. Un olor sugerente envolverá al viajero con sólo asomarse por ellos. Aroma a ropa de trabajo secándose a la vista en los balcones. Barrio de tradición obrera, como muestran las modestas fachadas de los edificios hoy en remodelación. Pero el pasado del barrio desprende a la vez aromas de peligro. Mitificado en el acervo popular como zona oscura donde se daban cita tipos de lo más variopinto. Olor lascivo de sus antiguos locales de prostitución y clubes nocturnos de mala reputación (quedan como testigo locales como el Bagdad, hoy casi atracción turística) que abastecían de placeres a los marineros que llegaban al cercano puerto con billeteras y apetitos sexuales rebosantes. Olores alcohólicos de bares y establecimientos dedicados sin disimulo al tráfico ilegal de todo. Podiamos encontrar desde todo el abanico estupefaciente hasta un transistor, desde tabaco americano hasta animales de especies protegidas sin ningún tipo de permiso legal. Olor a fuerte y varonil aftershave de coquetos carteristas y a vómito y orín de borrachos conviviendo con efluvios de tarteras de la carne de cañón de fábricas a turnos y empleadas de hogar sin contrato. Lejanos aromas de antiguas familias inmigrantes llegadas en riadas del interior y sur del país, llamadas por la maquinaria industrial de la ciudad y sus alrededores y por la promesa, casi siempre incumplida, de una vida mejor. Panorama multicultural que, hasta los años noventa, otorgó al barrio un carácter particular que provocaba a la vez rechazo y atracción. Halo romántico como espacio de libertad a la vez que nido de delincuencia y marginación en el inconsciente colectivo urbano. No encuentro la palabra que defina en esencia el pasado del barrio. Para acercarme a él, visto lo heterogéneo del panorama, me inventaré una nueva: catalanocasticidad. Ese sería el punto de partida. Pero no nos engañemos, hoy en día el visitante sólo escuchará los ecos de ese espíritu, pues sucesivos y controvertidos cambios han operado en el barrio, provocando nuevos fenómenos enriquecedores.

La rehabilitación a golpe de piqueta desde principios de los noventa para ocultar al mundo olímpico las vergüenzas de la ciudad y la llegada de sucesivas olas de nuevos residentes desde lejanas parte del orbe han provocado en el antiguo habitante del barrio una visión negativa de su actual estado. Se le acusa a la transformación de haberse llevado por delante el saborcillo que le distinguía antaño, además de haber tenido lugar una gran partida en el juego de la especulación inmobiliaria. En ambos aspectos tiene razón el quejoso, pero sería injusto no poner en el otro lado de la balanza las aportaciones que los cambios han traido.

El parto del nuevo mundo al que antes aludíamos ya va dejando huellas en la fisonomía de las calles. Aceras repletas de comercios bulliciosos animan la atmósfera, nuevas formas culturales y religiosas se entremezclan en una convivencia real que se palpa en la calle. No es raro ver alternarse un viejo y castizo bar repleto de viejos inmigrantes que ya olvidaron su pasado, con locales de Kebab turcos, restaurantes indios, pinacotecas y coctelerías de diseño (incluso el gurú Adriá tiene por la zona dos locales de reciente inauguración), hamburgueserías de multinacionales, cuscuserías magrebíes junto a shawarmas libaneses. Puede que tal eclecticismo aburra a mucha gente, pues es cierto que homogeniza ciudades y mata espíritus seculares y aromas antiguos. Sin duda no es el caso del Raval, y la razón es que sus antiguos moradores se han esmerado en conservar lo que las constructoras no pudieron demoler. Junto a las propuestas lejanas y a las snob encontramos sin dificultad grasientos bares eternos con cartas escritas a rotulador en los cristales, clubes que no reparan en esconder la carnaza que se vende en su interior. Junto a portales minimalistas y oficinas oficiales de aire marmóreo y digno aparecen edificios de ocupas y centros culturales alternativos que dotan a la zona de un dinamismo berlinés. Buzones postmodernos en portales desvencijados. Farolas de diseño mariscalero cagadas por las mismas palomas que acompañaban en sus juergas a los olvidados marineros. Y sus comidas. Hay queremos llegar, por que las propuestas son infinitas. Llegadas de todos los continentes, las posibilidades abarcan todos los gustos y presupuestos existentes y se hermanan con las viejas recetas que durante décadas se guisaron en el barrio. De uno de los locales que conserva la tradición de la cocina de mercado de siempre queremos hablar hoy. Casa Leopoldo, el más literario de los Restaurantes que se puede concebir. Cuna de ideas y de argumentos de obras consideradas maestras en todo el mundo. Sentado entre azulejos y carteles taurinos no es difícil ver aparecer por ahí a Carvalho y Biscúter en busca de algún cuarteto de cuerda o de regreso de una vuelta al mundo. Podemos sentir a una Maruja Torres soñando con la Cornisse beirutí o a un Terenci entre pirámides fálicas. No sería extraño ver a Marsé llorar por su Teresa, ni a Mendoza pidiendo a voz en grito unos calamares encebollados.

Idasecocina hambrientos como lobos

Serrat y colegas

Leyendas literarias

Partos de argumentos universales
Las paredes de Leopoldo guardan secretos

Moix sueña pirámides


La noche de autos los que realmente estuvimos allí fuimos los idasdecocina y para atestiguarlo vamos a describir el menú, que esperamos que disfrutéis como hicimos nosotros, aunque sea desde la lejanía de unas fotografías. Nuestro deseo, que nadie desaproveche la ocasión si tiene la oportunidad de vivir unas horas la vida de este gran barrio barcelonés. Un recuerdo para toda la vida.

Pa amb tomaquet para recibirrnos
Acabamos con dos hogazas completas preparadas
delante de nosotros

Que fue buen lecho para estas anxoves de L´Escala

Bacalao a Brass
La momia vuelve a la vida

Media ración de coquinas
La otra media ya estaba engullida, claro

Festival de entantes regados con el dulzor del Penedés de un
Viña Esmeralda y la robustez de una Tinta de Toro del Bierzo

Chuletillas de cabrito para continuar

Contundentes albóndigas con sepia y langostinos

Lujoso y libidinoso Cangrejo Real a la Plancha
Un día es un día...

...¿O no lo merecemos?

Sin Crema Catalana recién caramelizada no hay
final posible en el Rabal

De ahí en adelante la noche no se puede contar, pero los gintonics sí.

Salut para todos

miércoles, 19 de enero de 2011

Receta de Tortilla paisana con sesos de Ternasco de Aragón

Receta Tortilla Paisana de Sesos de Ternasco de Aragón

Receta Tortilla de Sesos

La obra culminada.
Aparente tortilla de patata vulgaris,
que esconde su secreto


Verduritas al vino blanco y sesos de Ternasco de Aragón

Algunos no pudimos evitar comerla en bocata



Ingredientes:

Una docena de huevos de gallinas camperas
Una cebolla
Un pimiento rojo
Un manojillo de espárragos trigueros
Una lata de guisantes cocidos
Una zanahoria
Dos sesos de Ternasco de Aragón
Aceite de Oliva Virgen Extra D.O. Bajo Aragón
Una copa de vino blanco
Sal y Pimienta

¿Queda claro, no?

Menuceles exquisitas y sanas

Afrutado y aromático
D.O. Bajo Aragón

Espíritu alemán, raices aragonesas
Casi nada


Elaboración:

En primer lugar pocharemos la cebolla cortada en juliana fina (para eso estamos los que todavía nos gusta encontrarnos la cebolla en la tortilla, pero si hay algún remilgado o, peor, alguno de los calificados como gourmet, el picado será lo más fino posible para que nuestra amiga de Fuentes de Ebro pase desapercibida) en una sartén con dos cucharadas de aceite de oliva. Cuando ésta se encuentre blanda y comience a dorarse añadiremos el pimiento, la zanahoria y los trigueros cortados en bastoncillos finos.

Mientras tanto, en una cacerola coceremos los sesos a los que previamente habremos lavado bien y repasado de las posibles impurezas que presenten. El punto de cocción nos lo dirá el color blanquecino que irán adquiriendo y la textura cremosa que deben conservar. El peligro está en pasarse, pues nos quedarían muy secos por dentro. El tiempo conveniente variaría entre los cinco y diez minutos en el agua hirviendo. Cuando los sesos estén cocidos los trocearemos y se los añadiremos a la sartén de verduras para que se integren bien los sabores.


En juliana, que se note la cebolla

Pochando, pochando...

Y todo bien mezcladito al huevo generoso

Sobraron sesos que fueron cayendo como pipas

Con todo unificado, pasaremos a darle un toque de distinción y originalidad vertiendo una copita de vino blanco de la tierra y dejándola reducir hasta que apenas quede líquido en la sartén. El licor le aportará un dulzor que suavizará el poderío de los sesos y una jugosidad que agradecerá el comensal al partir la tortilla y ver desparramarse los ingredientes ante sí. Una batalla vencida a la tortilla-argamasa tan odiada por los iniciados.

En un recipiente grande y profundo batiremos la docena de huevos. Pueden parecer muchos pero en estos tiempos remilgados parece que hasta la tortilla debe hacerse baja en colesterol. Pues no comas tortilla, que por definición es una mezcla de ingredientes cuajados en huevo. Una vez bien batidos les añadiremos todo el contenido de la sartén y revolveremos todo para que se impregne bien de huevo. Dejaremos la mezcla reposar unos minutos.

Ésta es la cremosidad deseada

La confianza es un valor en alza

Vale la pena


Verteremos por último el contenido del bowl en la sartén de nuevo. Lo recomendable es que esté engrasada con unas gotas de aceite y el fuego bien fuerte, para que la tortilla se cuaje bien rápido por fuera y pueda quedar crudita en su interior. El arte de darle la vuelta se deja a la habilidad de cada cual. Una vez doradita por ambos lados, dispondremos la tortilla en su bandeja final. Hay que tener en cuenta que, una vez retirada del fuego, el calor concentrado en el interior de la tortilla seguirá cociéndola por unos minutos y se asentará bien. Los forofos de la textura cremosa la atacamos justo al sacarla de la sartén, para no dar tiempo a que pierda cremosidad. Y los fanáticos del huevo crudo somos tan radicales que podría decirse que nos la comemos con cuchara.

Sobremesa:

Tras deleitarse con la finura de esta tortilla, la sensibilidad por lo delicado y lo dulce se habrá encendido en nuestro apetito, así que a la hora de la sobremesa recomendamos rematar la comida con dos ingredientes complementarios. Un queso cremoso de tipo francés que no hace falta que sea muy especial, acompañado de unas copas de Sauternes, que sí es necesario que lo sea. Tenemos en cuenta lo caro que resulta este caldo, pero considerando que el resto de la comida está compuesto por ingredientes más que económicos, uno se lo puede permitir. Tortilla, queso y vino: no nos hemos salido de la esencia tradicional de nuestros abuelos, pero intentando darle un toque renovador.

Objeto de odio por parte de nuestro protagonista.
Símbolo del monstruo a derrotar

Paisajes de la noche de autos: Coso

Plaza de España

Gasolinera del Paseo de la Mina


Para la conversación y por entrar en contraste con la amabilidad del plato la propuesta es un tanto revolucionaria. Sólo con plantearnos una cuestión entre los comensales, la controversia está garantizada: ¿Vale la pena luchar contra los poderes para lograr mejoras en este mundo, o es mejor dejarlo reventar incluso dándole algún empujón destructivo? Nuestro amigo Cisco ha elegido y aquí está su propuesta para calentar una fría noche zaragozana.


Capítulo 2 (Mala noche)

Con pasos largos y contundentes cruzó la Plaza de Los Sitios, ignorando a los héroes que con mirada pétrea le escrutaban desde en centro del parquecillo. Atravesó el paseo de la Mina y se dirigió a la gasolinera, donde sin mostrar extrañeza, dependiente de la tienda le vendió una garrafa de cinco litros de vino cosechero. No es que debiera extrañarse por la venta del tinto peleón, sino por lo que el cliente hizo con él. Salió a la puerta y vertió el contenido de la garrafa en la alcantarilla más cercana. Es cierto que a mitad del proceso hizo un alto para echarle un trago y catar el género que estaba desperdiciando. El caso es que necesitaba un recipiente para llenarlo de carburante y no se le ocurrió otra cosa que adquirir la garrafa de cinco litros de vino, pues su odiada Coca Cola venía, como mucho, en envases de dos litros, insuficientes para su objetivo.

-Pena de final para un caldo poderoso como éste- pensó mientras regaba las rejillas metálicas del sumidero- pero el resultado valdrá la pena.-

Con el recipiente ya vacío se dirigió al surtidor más cercano y lo llenó de gasolina. Volvió a entrar a la caja, pagó y salió con la mercancía en la mano. Remontó la calle hasta San Miguel y por el Coso se dirigió hasta su meta. El frío iba en aumento aquella noche, se había levantado viento, pero eso no preocupó a Cisco, pues sería bueno para su proyecto. No era un experto en lucha callejera y manejo de líquidos inflamables, pero siempre había oído que el viento favorecía la propagación del fuego. El panorama se presentaba propicio. Al llegar a la calle Don Jaime miró alrededor para comprobar que no había nadie en la calle, cruzó esperando el semáforo sin necesidad, pues ni un alma conducía a aquellas horas por el centro de la ciudad. Introdujo la tarjeta de crédito el la ranura de la pared y entró en la zona de los cajeros automáticos. Llegó el primer inconveniente de la noche. Entre decenas de mantas y sobre cartones se escondía lo que parecía ser una cabeza. Sin duda se trataba de uno de los muchos indigentes que recorrían la ciudad empujando carritos de la compra y dándole el aspecto de un enorme supermercado a las calles. No tenía alternativa, debía sacar a aquel individuo de su improvisado refugio, así que hizo de tripas corazón y la emprendió a patadas con el mendigo. Intuía que sería inútil razonar con él, por ello prefirió pasar por un ultra de los que van desahogándose con los débiles  para convencer al inquilino de que abandonase su madriguera. Las patadas iban dirigidas en especial a las piernas y al trasero, para no dañar en exceso a su víctima. Ésta le miraba hecho un ovillo hasta que Cisco dejó de golpearle.


Las llamas continuaban ya de día

El esqueleto del monstruo derrotado


- Ahora te vas a la puta calle, pobre de mierda, vago inútil, parásito…- los improperios se sucedían aumentando su crueldad hasta que el mendigo agarró sus pertenencias y salió a la calle sin mirar atrás.

Superado el escollo el plan continuó como había sido diseñado. Vertió parte de la gasolina en cada uno de los tres cajeros que tenía ante sí, y el resto lo vació por debajo de la puerta de entrada a la oficina. Se asomó al interior y vio con satisfacción cómo un charco de carburante se desparramaba bajo la puerta formando un riachuelo que raudo llegó hasta la zona de mostradores y mesas de oficina. Los cálculos fueron correctos. En primer lugar prendió fuego al charco de gasolina del suelo y pudo asombrase de la velocidad con la que el fuego se propagaba en el interior de la oficina. Antes de salir corriendo prendió fuego a cada uno de los tres cajeros empapados con el líquido inflamable. Cruzó el Coso hasta el otro lado de la plaza de España y al volverse admiró su obra. No había pasado un minuto cuando unas largas lenguas de fuego ya asomaban por la puerta principal. Había sido fácil y el resultado valía la pena.

Refugio para sus víctimas


- Lástima ser el único espectador- pensó el cincuentón- Cuando lleguen los bomberos ya habrá pasado lo mejor, solo quedarán escollos- se giró y a buen paso se internó en las callejas aledañas a San Miguel, camuflándose entre las sombras. Primer objetivo cumplido, pero aquello no había hecho más que empezar.


A tomar por el ....
Mejor tortilla, vino y queso, que si lo pensamos mucho acabamos en Zuera todos
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