La marcha nocturna de Zaragoza
Estimada Editorial Ibérica, con agrado presento una nueva ruta urbana para residentes y visitantes de la capital del Ebro y el viento. Lo cierto es que nos sorprendió al equipo de investigación inmersos en la que creíamos que iba a ser nuestra mejor obra. Cuando estábamos a punto de ponernos manos a la obra, éste nuevo e inesperado encargo nos paralizó, y en algún caso hasta enfadó por lo inoportuno. Tras aplazar el trabajo en curso, que como recuerdan se trataba de la ruta más ambiciosa de todas, la de la tortilla de patata y las croquetas, desviamos la atención hacia el tema que nos ocupa hoy, la ruta nocturna por la ciudad. En esta ocasión el recorrido y la redacción del artículo corresponde a la labor de tres personas: el fotógrafo Bolilla, habitual ya en estos recorridos, mi cocinera de cabecera Romi, de reciente incorporación y a un servidor de ustedes y de todo futuro lector. Antes de comenzar el largo camino por los diez locales nocturnos seleccionados haremos las consideraciones previas que creemos necesarias para enfrentarse al ambiente zaragozano.
Zaragoza es una ciudad de marcha. Ésta afirmación no podrá ser desmentida por quien alguna vez a visitado sus rincones en busca de jaleo y diversión. Pero la evolución continua es otra de las características esenciales de su vida. Quien alguna vez haya estado de marcha en ella y vuelva después de un tiempo con ganas de repetir lo mismo se quedará con las ganas pues, si bien el bullicio sigue como antes, sus bares, zonas y tipologías habrán cambiado. Es pues, totalmente necesario acudir a alguien iniciado en el mundo nocturno de la ciudad que sirva como guía actualizado por los bares de la ciudad. Si eso no fuese posible o resultase molesto, el uso de esta guía actualizada a finales de 2010 resultará de una utilidad importante. Se ahorrará disgustos, intentos vanos, y demás frustaciones.
Históricamente la ciudad ha tenido una particularidad especial en el mundo que hoy abordamos, y es su extrema zonificación. Existían varias zonas donde los garitos se amontonaban casi unos sobre otros, y uno acudía a la zona elegida y sin apenas caminar podía pasar toda un larga noche sin salir de ella; o bien, combinaba un par de ellas con un incómodo traslado a mitad de noche que generaba, a la vez que enorme beneficio al gremio taxista un bajón muchas veces insuperable. Zonas para el recuerdo como Doctor Cerrada, el Rollo, Zumalacarregui, Leon XIII, el Casco … Y al decir “para el recuerdo” ya puede el lector imaginarse el estado actual de este panorama. Volver a estos lugares históricos únicamente tiene hoy interés para la arqueología. El viajero encontrará en ellos huellas y restos de lo que un día fue y ya no será nunca más. Continúan siendo más fuertes los ecos de juegas y fiestas pasadas que los que los cuatro gatos que acuden hoy a ellas con ganas de recuperar un pasado que ya no volverá.
Uno de los factores determinantes del cambio fue sin duda la verdadera aplicación de la normativa municipal que regulaba el sector, sobre todo en el tema de horarios y licencias. Con el Alcalde Belloch llegó el interés en hacer cumplir las ordenanzas existentes. Básicamente el resumen final del asunto quedó así: cierre total de todos los garitos a las cuatro de la mañana, salvo las contadísimas excepciones con licencias especiales que podrían alargar la noche unas horas más. Con esta medida se recortó la vida útil de los bares casi en un cincuenta por ciento, pues era costumbre bien sabida que al menos hasta las ocho de la mañana se podía estar por ahí sin problemas para encontrar sitio. Sólo aguantó el pequeño porcentaje de ellos que supo aclimatarse a la nueva situación. Renovarse o morir, la selección natural darwinista, el panorama se transformaba y muchos locales, algunos incluso de los míticos no soportaron el tirón. El panorama se fue transformando hasta el día de hoy.
Otra de las novedades en este mundo es el cambio de edades de la clientela. Ésta se ha envejecido enormemente debido a la feliz aparición del fenómeno botellón. Desde que la parte más joven y activa de la sociedad decidió dejar de sufrir los abusos de cantineros sin escrúpulos, y salió a la conquista del, no lo olvidemos, espacio público, los negocios nocturnos sufrieron un nuevo ataque desde el mundo de la demanda.
Es por ello que apareció hace algún tiempo el concepto, antes inexistente de competencia económica. Un beneficio para el cliente, que si bien no ha notado una verdadera reducción del precio de sus consumiciones, la calidad de las mismas sí está en pleno estado de mejora. Siguen siendo mayoría los establecimientos donde con prepotencia no te sirven las copas, sino que te las arrojan cobrándote el oro y el moro por un producto de baja calidad, con pésima presentación y servido con desgana; pero cada vez con más frecuencia vemos aparecer locales donde el aspecto formal está más cuidado: lugares bien ventilados, donde cuidan la calidad del sonido y con un servicio cada vez más cuidado. Los clientes tenemos la obligación de exigir estas medidas y la fuerza para lograrlas se fundamenta en nuestra capacidad de elección. Tenemos la obligación moral de no acudir a antros donde perdonan la vida al cliente con cada consumición. Alejarnos de lugares llenos de matones maleducados. Acercarnos a ambientes cada vez más respetuosos y educados, donde los empleados se preocupen por el cliente, como debe ser. Pagar, pagamos, pero a cambio de algo que hasta ahora no exigíamos, y desde el comienzo de la crisis comenzamos a mirar, la calidad. Ahora corren tiempos de mirar el euro en su dimensión real, y seis euros por copa es un precio para que te la sirvan con tirabuzones. Muerte a la mediocridad, pongámosles en su sitio. Viva el buen gusto, viva la Revolución.
Otro ingrediente renovador dentro del panorama es la aparición en muchas salas de una programación de música en directo antes no valorada. Bien se trate de grupos tradicionales o de más modestas actuaciones de DJ´s, muchos establecimientos se han dado cuenta de que su clientela agradece escuchar música en directo, música de autor. Un valor añadido al que por suerte se van apuntando las salas más válidas de la ciudad. Lo decíamos anteriormente, renovarse o morir. Ya era hora de acabar con el desierto de actuaciones que reinaba en una ciudad donde sólo los macroconciertos institucionales representaban a las miles de iniciativas musicales que languidecían y morían de inanición contractual.
El equipo de redacción a la hora de medir la amplitud de la ruta valoró varios factores. En primer lugar quisimos no beneficiar económicamente al gremio de taxistas como premio a tantos años de abuso de clientes que se veían obligados a trasladarse de un lugar a otro de la noche zaragozana. Por ello hemos elaborado una selección donde todas las propuestas se concentran en quinientos metros. Así el traslado es fácil y seguro. No hay que gastar fuerzas caminando y no se corta el rollo. La zona elegida es la más pujante y bonita de la ciudad, su Casco Histórico, así, a la vez que disfrutamos de la fiesta hacemos turismo. Otro factor importante era el establecer el número de locales de la ruta y para utilizamos un criterio alcohólico. ¿Cuántas consumiciones son oportunas en una misma noche sin caer en patetismos y bajones físicos? Las respuestas fueron variadas, pero al establecer una media entre los tres integrantes del grupo, ésta se encontraba por encima de las diez y por debajo de las veinte. Considerando que tomar un par como mucho en cada bar sería suficiente, el número de propuestas que vamos a recomendar será de diez. Quedan fuera injustamente otros locales que vienen pisando fuerte, pero prometemos que conforme se afiancen en el panorama nocturno serán incluidos en esta guía que piensa renovarse con cierta frecuencia. Ya saben, a ponerse las pilas y a ofrecer calidad.
Sin más comienza aquí un camino por la noche zaragozana que, dividido en cuatro etapas según la hora y estado de la clientela, traza un recorrido que seguro será del agrado del lector más exigente. En primer lugar describiremos dos propuestas para tomar un buen carajillo, incluso un postre bien dulce y la primera copa para animar el alma. Después cambiaremos el rumbo con otras dos propuestas en garitos donde el cliente puede tomar la cerveza o copa de calidad conservando el nivel de conversación en bares donde aun es posible hablar. En tercer lugar, tres lugares donde la música crece para reinar por encima de voces y licores, aunque se pueda seguir consumiendo productos digno y de calidad. Para terminar, quien aún continúe con ganar de juerga explicaremos donde encontrar los locales que abren hasta más tarde y recogen en una peregrinación continua a las almas errantes que se resisten a la vuelta al hogar y proclaman en un grito de libertad: show much go on!!!
El primer bar de la relación se llama El Odeón y está situado en la Plaza de San Bruno. Lugar histórico y de una imponente presencia. Bajando unas escaleras nos encontramos con una enorme bodega medieval en varias alturas. Una barra a la derecha muestra a todas horas las especialidades de la casa: el mojito y las dulcísimas tartas. Es un bar de los de sentarse a tomarse el café después de una copiosa cena. Los carajillos van bien cargaditos y combinan a la perfección con unas tartas, que aunque no sean caseras, tienen un valor muy apreciable. Como consideramos que una persona bien sea educada, cultivada, decente o simplemente sensata y de buen gusto, debe terminar sus comidas con un buen postre, éste es sin duda un buen ligar para hacerlo. En especial el juego con diversos tipos de chocolate que proponen. Para seguir con el dulzor necesario para terminar toda memorable cena podemos solicitar su famoso mojito, y es ahí donde el local brilla de verdad. Elaborados al momento cumplen allí con todas las fases que demanda la ortodoxia cubana. Zumo de lima; azúcar moreno disuelto y abundante (debe saturar la mezcla); hierbabuena suficientemente machacada para extraer su jugo; Ron en su justa medida, sin caer en las exageraciones que matan aromas y sabores en locales de mala muerte y alta graduación; Soda para rematar la jugada alejándose de otras bebidas carbonatadas que imitan su efecto en otros lugares. Quizá pueda mejorarse la velocidad del servicio, siempre lenta, pero se compensa con ambiente agradable y una preciosa chimenea encendida al fondo, que el visitante agradecerá en el frío invierno.
En la misma categoría de bar postcenorrio podemos acudir a una propuesta bien distinta que lejos del gusto de estos redactores introducimos en la ruta por apoyo popular. Ya se sabe que por lo visto el cliente siempre tiene la razón, y en este caso son muchos los que cada fin de semana acuden al Gong en plena calle Alfonso. Los reparos que ponemos el equipo investigador deben ser virtudes para otros clientes. Se trata de un bar multiambiente, por lo tanto carente de personalidad. En la misma barra donde tratas de llevarte al huerto al objetivo de la noche, por la tarde un señor adusto se ha trajinado unos montaditos de queso y unas cañitas, pero antes se ha tomado una viuda su cafelito con leche tras su visita semanal al Pilar, y antes los carajillos, y antes el menú del día, y los almuerzos, desayunos … En fin que si lo piensas te corta el rollo. Ambientación oriental, sin caer en minimalismos al uso. Buen juego de techos y paredes desnudas, el color negro disimula y oscurece las pintas de pijo fantasma de la grey que se concentra allí en las horas posteriores a la cena. La verdad es que a otras horas el ambiente mejora, queremos aclarar para ser justos de verdad. Caro, pero con un buen servicio y productos bien elaborados. La lástima es que nunca nos encontrarán por allí si su deseo es encontrarnos en la noche zaragozana.
Superada la fase del café y primera copa debemos venirnos arriba para superar ese primer bajón que provoca la digestión de la cena. Para ello llegan dos de las propuestas más originales. El misterioso Bar Bacharach y la críptica Eve´s Bayou. Catalogamos al Bacharach de misterioso no por su ambiente, pues se trata del bar más blanco y límpido de la ciudad, sino por el enigma que se encuentra en saber cuántos cientos de personas puede caber en este pequeño bar sito en plena calle Mayor. Si el visitante quiere hacer la comprobación puede realizar el siguiente ejercicio. Sitúese en frente de la entrada y cuente todos los grupos de modernos que se atreven a entrar en el local, aun viéndolo repleto hasta la bandera. Todos entran, nadie sale. Lugar de moda en los últimos años. Nadie eres si no estás allí. Punto de partida de la noche para la generación nacida en los setenta, y de entre ellos los ilustrados, pues el ambiente universitario es patente. Parece como si exigieran el doctorado para internarse en sus entrañas. Divertido pues, destaca allí su cerveza, otro enigma, pues con un grifo normal de una marca corriente del dorado elixir, los camareros consiguen tirar la mejor caña de la ciudad. El duende del Bacharach vuelve a actuar. Imprescindible.
En esta categoría encontramos cerca el Eve´s Bayou haciendo casi esquina con la Plaza Santa Marta. Extraño. Cocktelería con música en directo. Subterráneo, de hay el calificativo de críptica, que hace juego con su extraño y divertido ambiente. Clientela de lo más variopinta que se desparrama en enormes sillones y sofas de salón de casa. Recreación magistral y acertada de ambiente de club de chicas. Lámparas aterciopeladas, luz tenue, paredes granates, salas ocultas, exposiciones en las paredes siempre acertadas y con buen gusto. Atención desmedida y muy valorada por clientes exigentes que no se dejan engañar. Por cierto si su propuesta de música en directo es suprema, aun lo es más sus afrancesadas melodías jazzísticas enlatadas. Así que tan recomendable como el anterior, pero no tan de moda. La Romi no se explica el porqué, nos comenta tumbada completamente en un sofá y consumiendo el mejor Sex in the Beach, o el único, que se puede encontrar en la ciudad.
Pasamos a la tercera etapa. Las conversaciones se acaban y comienza la acción. Volúmenes arriba, conversaciones transcendentales abajo, guiños y juegos de seducción, desfases alcohólicos y químicos. Los animales de la noche salen a la superficie.
Nos dirigimos a otra parada obligatoria de la noche, se trata de La Casa Magnética. Otro garito subterráneo donde acude toda la concurrencia del Bacharach y similares a ciertas horas de la noche. Por ello lo catalogamos de imprescindible. Las caras de la renovación del ambiente cultural zaragozano pasan por ahí cada noche en una ruta que comienza en el local blanco de enfrente, continúa en este oscuro subterráneo y termina en la otra orilla del Ebro, en la Sala López, a la que nos referiremos después. El nombre es un guiño a una atracción del Parque de Atracciones. Nos olemos, pues, de que va el asunto. Cultura Pop. Ambiente treintañero, juguetón, divertido. Precios más que asequibles para ser de los garitos de moda de la ciudad, cerveza de botellín helada, comme il faut. Pero lo que más llama la atención es la música. Que sea destacable para tres oídos tan distintos como los de este grupo es señal sin duda de acierto. El Bolilla amante de la copla, la Romi de sonidos eslavos y yo de un eclecticismo atroz coincidimos en el buen gusto y sonido que los DJ´s le meten al asunto. Para que no se nos acuse de favoritismo debemos ser justos y decir que unos euros de ventilación se agradecerían, pues la temperatura y nivel olfativo que se alcanza en ocasiones en inaguantable. Propuesta obligatoria.
Si da tiempo antes de la las cuatro para tomar otra ronda lo haremos en unos estos dos antros. En primer lugar y cerca del anterior encontramos el Jane Birkin. En la calle Mendez Núñez se sitúa este local de dos plantas. Ambiente agradable pero con una música lejos de los niveles de calidad que alcanza la Casa Magnética. Los precios también son mayores, aunque a veces lo compensan con libre disposición de chucherías, para aumentar la necesidad de bebida del cliente. Gesto de agradecer este de las gominotas. El fallo, además de la clavada, es el servicio dispensado por unos guapísimos camareros que son todo menos eso, camareros. Mal servido y vigilado por un grupo de gorilas recién salidos de una academia de la GESTAPO, lo justo es decir que también tiene aspectos positivos. Gente muy guapa y buen rollito a juego con la decoración. Local de moda pero con gente menos interesante que en otros de la zona. No nos pudimos quedar más que el tiempo justo de beber a prisa la cerveza que pedimos, pues entre el Bolilla y los matones el juego de miradas iba en camino de convertirse en otra cosa, una pena en 2010.
Si de gente poco interesante se trata, la siguiente propuesta es la mejor de la noche. Las risas están aseguradas. Sensaciones variadas, desde la vergüenza ajena a la añoranza. Desde la depresión hasta el desternillamiento. Nos desplazamos hasta la calle del Temple en su esquina con la Plaza del Justicia. Allí se localiza el Licenciado Vidriera. Cualquier visitante que estuviese en Zaragoza hace unos años recordará la calle del Temple (llamada genéricamente Casco Viejo) como el no va más de la juerga zaragozana, pero la cosa ha cambiado. La diversidad de propuestas de antaño se ha tornado en una homogeneidad de garitos de mala muerte. Los Gran Hermano se han adueñado de ellos. El ambiente está viciado por la simplicidad y el mal gusto. Las barras se han tornado en abrevaderos de sedientos borrachos que sólo buscan evadirse de sus anodinas vidas. Desperdicios que la sociedad decide arrinconar en este callejón para librarnos al resto de ellos. Así que ni sombra de lo que un día fue. ¿Qué hace aquí un establecimiento que ha pasado el exigente corte de nuestro equipo? El Licenciado reune dos características que el lector no debe dejar pasar. Una es que parece que ha actuado en el un conjuro mágico que impide el paso del tiempo. La música que atormentará los oídos del valiente que que acuda ahí es la misma de hace veinte años. Entonces era actual, ahora es retro pero sin pretenderlo. Lo curioso es que a la música le acompaña ña misma clientela de antaño. No es que sea el mismo tipo de gente, es que son la misma gente. Mismas caras acodadas en los mismos lugares. La alopecia nos ayuda a ver que no nos hemos introducido en la máquina del tiempo. Los clientes sólo han evolucionado físicamente, pero es que hasta los camareros son los mismos. Increíble, ni a posta se consigue tal fenómeno. El alcanfor actúa milagrosamente. La segunda circunstancia que nos agrada es la perfección con la que preparan lam dos especialidades de la casa. Debe ser lor las décadas que llevan sirviéndolas del mismo modo pero los mojitos y los margaritas son una delicia en medio de las inmundicias que sirven en los alrededores. Recomendable. El Bolilla nos obliga a salir sin dejarnos repetir copa. Vemos en la calle la razón: acaba de completar su vajilla con los vasos de los cóckteles, que son bonitos y adecuados como en ninguna otra barra de la ciudad.
Por último y ya con todo cerrado tres son las propuestas para acabar la noche. Esta vez no hay ninguna selección pues a esas horas son las únicas salas decentes que quedan abiertas en Zaragoza centro. La primera y menos destacable es La Casa del Loco, de nuevo en la calle Mayor. Lugar donde unas horas antes se hubiese podido asistir a algún buen concierto. Conservan la mejor programación de la ciudad. En contra, a partir de las cuatro de la mañana es el lugar elegido por la jungla del Casco para continuar abrevando y vomitándose mutuamente. A este ambiente cutre le acompaña la altivez de unos camareros muy puesto, que sablean bolsillos e insultan al concepto barman y profesional. Sala siempre a rebosar, incluso se debe esperar fila para poder pagar y entrar. Vivir para ver. El nivel de alcohol en nuestra sangre va siendo tal que incluso no le hacemos ascos al peor y más caro gintonic de la ciudad.
De ambiente no muy distinto podemos acudir a la Sala Oasis en la calle de Boggiero, paraíso perdido de la noche zaragozana. Perdido porque si bien la clientela en general está un escalón por encima de la del local anterior, no se acerca ni de lejos a la categoría de gente con clase. La pena es que al contemplar su arquitectura y decoración vienen recuerdos de muy antiguo donde el buen gusto y la elegancia fueron la normalidad. Antiguo local de variedades conserva su sabor de teatro que es capaz de engrandecer unos conciertos que crecen en calidad cada temporada que pasa. A altas horas de la noche se concentra gente variopinta. Diferentes edades y prioridades nocturnas. No le auguramos buen final al asunto debido a la baja calidad musical. La gente ya no está para escuchar lo que le echen, y esa música maquineta trasnochada ya no engancha a nuevas generaciones y espanta a las antiguas que buscan nuevas propuestas. Una pena por parte de los programadores que ignoran buenas prácticas como las llevadas a cabo por lugares parecidos de la ciudad como El Plata que recupera con éxito el teatro de variedades o la recién abierta Sala López que nace arrasando simplemente por aplicar el sentido común que falta en locales como éste. Tristeza de perder un lugar con tanta solera y decepción por la perspectiva de que caiga totalmente el buen gusto que esconden sus muchos rincones y recovecos donde seguro comenzaron historias apasionantes. Una pena. Melancolía
La última recomendación para el que ya ha llegado hasta aquí es la propuesta más novedosa de la ciudad. La Sala López. Un solo debe en su haber, la ubicación. El local no se sale de los quinientos metros que nos propusimos al principio, así que cumple el reglamento creado para se aceptado en el selecto club Cisco, pero una barrera psicológica lo separa de la civilización. El caso es que está al otro lado del Ebro, y eso es mucho decir en invierno. Justo en la margen izquierda, nada más cruzar el Puente de Piedra, el caminante se encuentra ante un divertido garito. Colorista por fuera, oscuro por dentro. Decoración juguetona impecable. Atmósfera respirable. La mejor música de la ciudad. También cuenta con un buen tempranero cartel de actuaciones en directo. El boca a boca ha hecho lo demás. Si establecíamos la ruta de los modernos desde el Bacharach, pasando por la Casa Magnética, la evolución natural sería acabar en la López. Muy pocos establecimientos pueden vanagloriarse como éste de conquistar una clientela de lujo en unos pocos meses, y eso no se consigue con mediocridades, sino con buenhacer y respeto al público que ya acude casi en masa al recinto. Allí fue donde El Bolilla y la Romi se pusieron ya a cantar coplas regionales y pecaminosas, pero el respeto y tolerancia con que fueron admitidas y casi coreadas nos llevan a hablar de un ambiente agradable entre gente que sólo busca pasárselo bien, y que de paso no le robe un camarero guapo y malcarado.
Ya está bien de echar flores, pues hemos comenzado por un punto negativo del que nos acordaremos cuando cierren ya de día y nos demos cuenta de que el Pilar queda en la otra orilla. Orilla a la que debemos acudir a por algo de comer para llegar a casa con ganas de cama. Las propuestas para este último (o no) bocado de la nuit, serían un buen pincho de tortilla en el Export (calle San Vicente de Paúl) o en el Ibiza (esquina Conde Aranda con César Augusto). La diferencia estriba en la cantidad de grasa del producto, mucho mayor en el último, pero son dos pinchos dignos a esas horas de la mañana. Si lo que apetece es más dulce, la chocolatería churrería La Fama en el último tramo de Alfonso, ya casi en la Plaza del Pilar deja a la competencia a la altura del barro. Imposible no repetir ración generosa de churros, y si aún le quedan fuerzas para ello, como le pasó a la Romi, pruebe las porras, tostadas por fuera y cremosas por dentro, una delicia que le hará regresar al hogar con el estómago asentado y con una sonrisa en el rostro. Zaragoza es grande, pero su noche continúa siendo uno de sus puntos fuertes y en perenne evolución.
Nos vemos en los bares, sobre todo en algunos.
Cisco Cerrada y equipo de redacción.