domingo, 29 de agosto de 2010

¿Sentimiento trágico de la vida?

Uno de los himnos generacionales de los que rondamos la cuarentena en esta ciudad del Ebro, es sin duda el vuelta atrás de los Más Birras. Allí, el eternamente recordado Mauricio Áznar, y a cuento de otro tema, nos ofrece una de las claves para acercarnos a la eterna pregunta.


¿Quienes somos? ¿Para qué estamos aquí?
Durante siglos el ser humano se ha planteado la cuestión y legado a conclusiones tan variadas como dispares. Unos se refieren a designinios divinos y voluntades superiores que planean nestra existencia según un diseño ininteligible. Otros animalizan al Hombre insertándolo sin más en una naturelaza que responde a unas leyes científicas sin otro propósito que cumplirlas, más o menos: nacer, crecer, relacionarse, reproducirse y morir. El sentido de la vida es, en este caso, extremadamente trágico. Menudo fatum nos persigue. Sin ánimo proselitista y sin intención misionera por mi parte, recuerdo unas palabras de la canción nombrada arriba:

"Siempre a traición de esta vida aprendí
que el sabor del placer te condena a vivir."
 
Inocente idea que encierra como sin querer un asunto tan importante uno de los objetivos de nuestra existencia. Hay placeres que una vez probados te poseen. Te condenan a resistir, te obligan a no doblar las rodillas y renunciar a vivir. Placeres que llegan cuando menos lo esperas, que te sorprenden aun estando siempre alerta esperándolos. Que no renuncian a aparecer ni tan siquiera en los momentos más bajos y en las ocasiones menos propicias. Placeres que comienzan casi siempre con algo físico y lo trascienden para ocupar todo tu ser. Sexo, sabores, lecturas, conversaciones, amistades, encuentros y reencuentros, sitaciones, ideas, planes. Y no creo que s trae de artificios inventados para sobrevivir, sino sensaciones reales que crean adicción. Que fuerzan  seguir buscando esos momentos de nuevo.
Y para no ser pesado con  los placeres culinarios, pondré un ejemplo personal que me ocurrió el otro día. Estando ordenando uno de esos cajones que tenemos en casa lleno de cosas que no sabemos que existen, me apareció un CD pirateado de Más Birras. Creo que era uno que grabé diréctamente de un vinilo cuando salió el formato de CD. La tira de años. Apareció este corte y me deshizo. El corazón se me desbocó. Cuando escuchaba hace décadas esta canción me gustaba, pero creo que nunca me dió por analizar la letra. Lo hice entonces y desfiló por delante de mí el primer amor, y sobre todo el ambiente que lo rodeaba. Años de despreocupaión, de simpleza, de deseo, de sentimientos a flor de piel. Rock y cóckteles adolescentes. Locales cargados de hormonas y sudores a los que hoy ni me acercaría. Vómitos provocados por licores adulterados y excesivos. Mañanas de domingo durmiendo antes de la comida familiar en la que disimulaba mi estado ruinoso. Gentes ue ya no están pero que lo fueron todo. En fin, pasado que obliga a seguir hacia el futuro. Quizá dentro de décadas encuentre algo en un cajón que me recuerde el día de hoy y me arraque una sonrisa.
Hay dejo la letra para compartirla, pero ante todo, gracias Mauricio, me regalas un momento tan dulce como la miel:
 
  "Siempre a traición de esta vida aprendí
que el sabor del placer te condena a vivir.
Todo lo que quise amar lo veo en tí,
desecho por los caprichos del porvenir.
Pero al final del camino verás
que dejaste a tu paso lo que no volverá.
Quedaron en el fango trozos de tu corazón
y comprenderás todo acabó.
Vuelta atrás,
vuelta atras.
las calles del barrio te recordarán
tan linda que marchaste no podías pensar
que la vida te doblaría,
ahora qué no harías por volver atrás.
Vuelta atrás.
Será la derrota quien te devolverá.
Y aun la voz del tiempo que guarda tu soledad
te traerá el recuerdo que el
primer amor no vuelve jamás.
Cae en la memoria la imagen de aquel
que tras la vieja escuela te hizo querer.
Hay besos sucios como el carbón,
caricias que siempre ocultan la maldición.
Y en un ricón del viejo almacén
donde loca de alcohol te empezaste a perder
sientes que el tiempo ha blanqueado tu piel.
Estás sola sentada cómo se fué.
Vuelta atrás,
vuelta atras.
las calles del barrio te recordarán
tan linda que marchaste no podías pensar
que la vida te doblaría,
ahora qué no harías por volver atrás.
Vuelta atrás.
Será la derrota quien te devolverá.
Y aun la voz del tiempo que guarda tu soledad
te traerá el recuerdo que el
primer amor no vuelve jamás.
Vuelta atrás,
vuelta atras.
las calles del barrio te recordarán
tan linda que marchaste no podías pensar
que la vida te doblaría,
ahora qué no harías por volver atrás.
Vuelta atrás.
Será la derrota quien te devolverá.
Y aun la voz del tiempo que guarda tu soledad
te traerá el recuerdo que el
primer amor no vuelve jamás."
Mauricio Aznar/Gabriel Sopeña

David

miércoles, 25 de agosto de 2010

De Londres y panes

Cada día estoy más convencido de que eso que llamamos felicidad y buscamos con ahinco no es otra cosa que la suma de pequeños momentos de placer. Pues ahí va uno de que disfruté este verano. Existe en Londres un parquecito privado que pertenece a los propietarios de unas casas victorianas justo detrás de los poderosos almacenes Harrods. Como la verja está rota desde hace tiempo, es aprovechado por jóvenes, homeless y grupos de colegas para hacer botellón pacífico 24 horas.
Allí nos dirigimos mi sobrino de 10 años y yo, ambos de viaje iniciático de transición a la vida adulta, no sin antes haber cometido un delito pecaminoso. Habíamos arrasado la sección de panadería y bollería de los Harrods. Acumulabamos Scones, cockies y muffins ingleses; croissants, pains aux chocolat y minibaguettes francesas,pretzel y bagels alemanes, pan de olivas y pannetonne italianos y rice cake y natas de Belem portuguesas. Yo iba explicandole la elaboración de cada uno y después los bañábamos en un cubo de queso fresco batido que compramos para la ocasión. El juego era apuntar una puntuación para cada uno en categoría dulce o salada y sacar la media. En dulce ganó destacada la nata de Belem y en salada el pretzel alemán.
Pero, aunque recuerdo cada sabor, lo qu marco aquella mañana entre consumidores de alcohol tempraneros que nos miraban con curiosidad en el parquecillo, fue la reflexión que sobre la globalización me ofreció una mente de diez años limpia de prejuicios. El mundo está mal montado, pero no es tanto por el sistema, sino por quienes lo organizan. Total, como me soltó entre bocado y bocado, la solución a muchos males vendría de saber integrarnos como lo hacían esos bocados, de manera honesta, generosa y solidaria, aunque, eso si, a veces haga falta meter el cuchillo para lograr el placer.
David

Menú para la última cena (antes del fin de las vacaciones)

A estas alturas del mes de agosto, los afortunados que las han disfrutado, tiemblan ante la proximidad de la vuelta al curro. Lo que se propone aquí tiene como finalidad ayudar a digerir ese mal trago a través de un menú especial que cualquiera pueda preparárselo en su casa y a la vez, su alto poder alcohólico aleje los malos humores.
En primer lugar, ya que las vacaciones han podido ser sustanciosamente caras, se intentará ajustar el presupuesto. Pero pensar que puede ser una de las ultimas alegrías del año, ya que a partir de ahora básicamente nos queda currar. Asi que prepararemos la VISA que a finales de septiembre algo nos habremos recuperado.
 Comenzaremos descorchando un vino blanco semidulce, se aconseja Calvente Blanco (V.T. Granada) o en defecto un Blanco de Hielo (D.O. Calatayud); para acompañar unos falsos montaditos de anchoas salmueras sobre una base de queso de oveja viejo y láminas de manzana. La elaboración es sencilla y el resultado espectacular, sobre todo si utilizamos las anchoas de L´Escala, como queso cualquier manchego o auténtico Tronchón, y las manzanas de tipo ácido (verde doncella, granny smith o similar).

Como plato principal proponemos para contrarrestar el precio del resto de la receta un excelente  Borsao del año del Mercadona (1´50 Euros), un magret de pato tradicional (sobre una plancha bien caliente y sin aceitar con tres minutos sobre el lado de la grasa y uno sobre el otro). Lo interesante viene después, cuando con la gran cantidad de grasa que ha soltado confitamos unas cebolletas a fuego extremadamente lento para extraer todos los azúcares y adquiera ese color parduzco que enamora, lo malo es que esa no será la guarnición de este plato, pues el magret se debe consumir en el momento de hacerlo. Las reservaremos para el día siguiente que será duro. Volvamos a nuestro pato, ahora toca acompañarlo con unas tostaditas de pan de pasas y unas gotas de reducción de Pedro Ximénez (mejor prepararla en casa al gusto); y para los más atrevidos, prepararemos una salsera de mole (lo hay industrial excelente, pero se aconseja completarlo con frutos secos machacados y tostados).

Si todavía dura ese runrun de fin de vaciones, lo endulzaremos con un buen postre que acompañará a una botellita de Juvè i Camps brut nature abierta para la ocasión. Se trata de un mihojas de hojaldre al que sobre cada capa de hojaldre (no nos olvidemos de pincharlo con el tenedor al meterlo al horno para que no se hinche demasiado) intercalaremos una de nata y otra de densa y dulce crema pastelera.

Ya se puede apreciar que el comensal quedará satisfecho, pero al ser tan grande la pena que se quiere olvidar, mejor será que después de la cena todo el mundo salga a por las copas al bar ambientado más cercano.

Salud a todos y buena suerte en el regreso

Pepe y David
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