Arroz meloso a la cerveza con hongos y confit de pato (Yo maté a Donald III)
El juego de texturas fue la estrella, pero los aromas no se quedaron atrás |
Receta de Arroz meloso a la cerveza con hongos y confit de pato
Montaje con patata y ajo confitados y crujiente de queso peccorino |
Ingredientes (2 personas)
150 gr de arroz
Una lata de cerveza (33 cl)
Media cebolla
Medio pimiento verde
50 gr de hongos deshidratados (Boletus edulis)
Un confit de pato limpio de grasa y sin piel
25 gr de queso romano pecorino
Aceite de Oliva Virgen Extra
Una cucharada de pimentón de La Vera
Sal
Los boletus impregnaron de sabor terroso el conjunto |
Elaboración
En primer lugar rehidrataremos los boletus en agua tibia para tenerlos disponibles en su momento. En una sartén con una cucharada de aceite pocharemos la cebolla y el pimiento cortados de manera muy fina. Una vez en su punto añadiremos los hongos cortados en pequeñas tiras y por último el arroz para que se empape del sabor de la verdura.
En Valencia dicen que el secreto para el arroz está en el agua. No lo compartimos |
El truco para que la textura quede bien melosa es ir añadiendo la cerveza poco a poco a la vez que removemos en arroz para que extraiga todo su almidón, que será el elemento que ligue el conjunto. Con el primer líquido añadiremos el pimentón para que no se queme y amargue el plato.
Confit desmigado para que se integre |
Cinco horas confitando |
Cuando ya casi esté el arroz añadiremos el confit, sin piel ni grasa, desmigado con los dedos en pequeños trozos. Nosotros decidimos acompañar el plato con unas patatas gallegas y unos dientes de ajos confitados en aceite de oliva a 60 grados durante cinco horas. Es pesado, pero si se tiene tiempo, el placer al morderlas hace que valga la pena. Por último un crujiente de pecorino con una tempura de harina y vino rosado bien frío acompañará y embellecerá el plato.
Son caprichos... |
Nota de cata:
Sin que sirva de precedente, pues es conocida nuestra búsqueda de la calidad-precio en el maridaje (encontrar calidad cara no tiene mucho mérito), nos dimos un homenaje no sé si del todo merecido. E asunto lleva por nombre Hofstätter Joseph gewürztraminer 2010 de la bodega J. Hofstätter de la Denominazione di Origine Controllata Südtirol Alto Adige, que pese a las reminiscencias germanas es un vino blanco italiano de obligada cata para todo buen amante de esta variedad. Un capricho de vez en cuando no debe ser pecado, vamos, digo yo…
Mapa de la zona militar |
Yo maté a Donald III (donde se desarrolla la jornada de trabajo)
Una formación profesional y un camino hacia el futuro a cambio de unos meses de trabajo supuestamente voluntario para el ejército cubano no era una oportunidad que pudiese dejar escapar. En las cocinas de los campamentos militares aprendió a llevar a la práctica todo lo aprendido en las aulas-taller. Durante los tres meses de verano, los estudiantes becados eran requeridos para trabajar en toda clase de instituciones, escuelas, residencias y campamentos de toda la isla. A Abdulá le había caído en gracia la base militar cubana de Guantánamo. Al recibir la noticia, un escalofrío le recorrió el cuerpo y le surgieron unos temores que pronto vería infundados. La situación en aquella base era de lo más tranquila. Los norteamericanos hacían y deshacían de su lado, ignorando completamente a los militares cubanos, que se conformaban con examinar desde una colina lo que acontecía en el otro lado de la verja y anotar todo movimiento en un registro. Incluso, de vez en cuando, surgía algún roce entre ambos ejércitos de tintes graciosos que ayudaban a quitarle tensión al asunto. Uno de ellos, conocido e ignorado por los mandos, era el semanal intercambio que se producía todos los domingos por la noche cerca de las alambradas, donde los cubanos canjeaban botellas de ron de alambique casero y frutas frescas por toda suerte de iconos capitalistas muy valorados en la isla, como revistas deportivas ya pasadas, camisetas de basket y pelota, etc…
Las caras ya no eran alegres, y la disciplina se incrementó |
Grafiti habanero |
Pero cuando llegó el verano del último curso todo cambió. Llegó a la base como acude un niño a un campamento de verano. Esperaba volver a ver a sus colegas estivales alegres y bromistas como siempre, observando a un grupo de yanquis simplones y bonachones. Pero nada más lejos de la realidad. Desde que cruzó el portón de la base el ambiente le resultó enrarecido. Los soldados habían olvidado su relajada disciplina. Les veía corriendo armas en mano de un lado a otro dispuestos en ordenados batallones. Ya no sonaba la alegre música .caribeña por los altavoces, sino que el silencio y las largas marchas militares se repetían. En la cocina el ambiente pronto se contagió, y las jornadas de trabajo se sucedían con enorme monotonía y dureza. Pronto supo lo que había generado ese cambio y comprendió la situación. El gabinete del presidente Bush había seleccionado la base en el territorio cubano como prisión para los sospechosos de terrorismo internacional. Como la situación territorial era ambigua, aquel pedazo de tierra no era considerado territorio estadounidense, por lo tanto no regían allí las normas del derecho internacional a las que los EEUU estaban suscritos. Los Derechos Humanos convenidos por la ONU no eran de aplicación en aquel campamento, así pues la tortura podía llevarse a cabo sin ningún tipo de disimulo. El espíritu de Abdulá se fue endureciendo conforme avanzaba el verano. Adquirió la rutina de subir a la colina desde donde se divisaba todo el territorio enemigo armado con unos prismáticos cada atardecer después del turno de mediodía. Se familiarizó con la práctica que allí se establecía con los prisioneros. Unas jaulas similares a las del zoológico del Parque Lenin habanero se disponían en medio de lo que antes era la explanada donde los soldados hacían sus ejercicios. Allí, en pequeños habitáculos se encontraban hacinados los reos. Era fácil distinguirlos por sus monos naranjas. Grupos de soldados armados sacaban de vez en cuando a alguno de ellos para llevarlos a las dependencias, de donde los volvían a sacar, muchas veces arrastrándolos por el suelo. El cocinero dedujo que las piernas ya no eran capaces de sostenerles. El movimiento de reos era incesante, pues los interrogatorios se llevaban a cabo día y noche. El mundo que aprendió a amar bajo el infinito cielo del desierto y el alegre sol caribeño se afeaba cada tarde desde aquella colina.
Desde la colina Abdulá observaba a los desdichados |
Imágenes que no deberían repetirse jamás |
De aquellos escarceos juveniles a Donald sólo le llegaban imágenes acompañadas de sentimiento de culpa y pecado que se apresuraba a borrar de su mente. El resto de su vida sexual se podía resumir brevemente. Un matrimonio de conveniencia con la hija de otra familia de larga estirpe militar. Contentó a todos y, lejos de resultar un artificio, permitió a la pareja llevar una vida relativamente independiente exceptuando los eventos de compromiso a los que asistían desde hacía décadas. Las relaciones sexuales se sucedieron como simple elemento de procreación. Tres hijos varones, fruto de ellas, educados en la distancia de distintas escuelas e internados de prestigio, no interrumpieron la carrera del político. Para el resto de las ocasiones, una agencia de contactos seria y de confianza, le suministraba chicas con las que aliviar la necesidad. Solía cogerles cariño, incluso repetía con alguna de ellas varias veces, hasta que el miedo a una dependencia sentimental le hacía cambiar el género.
Jardines del Hotel Dolce de Sitges |
Mantuvo durante la jornada varias reuniones algo protocolarias. Encuentros con líderes y magnates a los que hacía tiempo que no veía. Pero la reunión especial se estableció para la noche, después de la cena. Diez miembros del grupo, esta vez sí que eran los personajes más influyentes del mundo, habían acordado reunirse en una de las suites del hotel habilitada para la ocasión. Hasta entonces el exconsejero decidió subir a relajarse a la habitación donde tras refrescarse y descansar, ordenaría las ideas que pensaba exponer en la reunión nocturna.
El autor y su obra |
Salió de la ducha con el lujoso albornoz blanco con ribetes dorados del hotel y se acercó a la ventana. Desde allí se entretuvo espiando la actividad que se llevaba a cabo en el jardín. Un grupo de invitados alargaba la sobremesa sentados bajo unos toldos junto a la piscina. Le llegaban las risas provocadas por los cóckteles que desbordaban sus vasos. Sonrió al comprobar que ninguno de los selectos invitados nocturnos estaba entre ellos. Aquellos eran los segundones y personajes locales sin influencia real sobre las decisiones que se iban a tomar en aquel pueblecito del mediterráneo español. Dos empleados se esmeraban en la limpieza continua de una piscina. Tarea inútil a todas luces, pues el tiempo no acompañaba y la brisa fresca que llegaba del mar no hacía apetecible el baño. Además de los camareros que iban y venían de la barra exterior del bar al grupo de borrachos para abastecer sus gaznates. Un par de jardineros repasaba con grandes tijeras podadoras todos los setos que rodeaban el recinto, bajo la atenta mirada de la seguridad que poblaba todas las instalaciones.
La única imagen que desentonaba en el conjunto provenía del pequeño huerto situado bajo las ventanas de la parte de atrás de las cocinas. Allí, un joven empleado custodiado por dos agentes recorría los parterres con cientos de pequeñas plantas dispuestos a la manera de un pequeño huerto. Acertó a distinguir pequeñas tomateras y unos arbolitos con diminutos frutos semejantes a naranjas. Sin duda estaba seleccionando alimentos para la cena. Bajar a cotillear con el empleado no sólo sería un gesto destacable que dejaría una imagen humana de todo un Consejero de Defensa estadounidense, sino sobre todo saciaría su curiosidad por la botánica local, a la que se aficionó nada más terminar sus estudios. Estaba decidido. Eligió el único traje sport que colgaba del armario y se dispuso a ir al encuentro de aquel empleado de las cocinas.
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El mundo se afea con el paso del tiempo, pero personajes como este que traemos hoy, nos hacen reconciliarnos con él por unos momentos.
Señoras y señores Mr. Salif Keita
A tu salud, gigante albino |
Deve ter ficado uma delicia hein...Por aqui amamos o Rizoto.
ResponderEliminarDelicioso ese arroz meloso... me gusta la idea de la cerveza. :)
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