El Raval de Barcelona o la fecunda decadencia de un barrio (Casa Leopoldo)
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Pa amb tomaquet: Bien de Interés Cultural ya!!!! |
Cuando el viajero asoma la cabeza por la salida de la boca del metro de Liceu, el corazón de la ciudad inicia un juego sensual de coqueteo con él. La turística Rambla aparece repleta de grupos de visitantes, la mayor parte de las veces ataviados indecorosamente, como si el hecho de hacer turismo en España diese licencia para perder el buen gusto e incluso la educación. Chancletas con calcetines en invierno, pantalones de exploración dignos de las llanuras del Serengueti para entrar a un Zara, enormes montañas nórdicas engullendo internacional fast food a horas inverosímiles, silenciosas hordas niponas tan mudas como la Santa Compaña fusilando a golpe de flash cualquier encuadre curioso. Escenas que se suceden diariamente por la avenida que, cual zigzagueante cicatriz une la Plaza de Catalunya con el monumento a Colón.
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Boca de Metro del Liceu |
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Solemnidad |
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Modernidad en Ronda del Raval
Vagina del barrio |
Esta primera imagen de la ciudad no debe afectar nuestro ánimo. Algo tan cutre como esa visión esconde detrás una invitación a unos mundos inesperados. Concretamente son dos las opciones que se abren a esas alturas. Cruzar la calle en sentido Norte hubiese sido lo más habitual hace unos años. Allí se inicia el recorrido clásico por el Barrio Gótico de la ciudad. Calles con sabor medieval, pequeñas plazuelas, otras enormes e institucionales como la de Sant Jaume, enfrentando Generalitat y Ajuntament, llegando a la Catedral de horrible fachada, precioso entorno y desconocido interior. Pero no es hoy este lado de las Ramblas, que llegaría hasta Vía Laietana, el objeto de nuestro análisis.
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Los vecinos conservan el sabor de antaño |
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Carne de cañón de fábricas... |
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Lascibia y desenfreno (reapertura por necesidad social |
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Desenfreno lujurioso... |
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...de colores y aromas
Sant Josep (La Boquería) |
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Más trotero pero igual recomendale
Sant Antoni |
En sentido Sur se abre la otra posible ruta. Hoy es la que recomendamos. Trataremos de justificar por qué un paseo por el Raval barcelonés es hoy en día una de las actividades más enriquecedoras y visualmente recomendables de las que podemos llevar a cabo en la ciudad. El barrio se encuentra comprendido entre dos de las avenidas más importantes. El Paralelo y las propias Ramblas. Varios hitos urbanísticos limitan su entorno: El picantón y alegre Molino en un extremo se enfrenta al clásico y solemne Liceu en el otro. La coqueta y estridente Boquería opuesta a la discreción y pragmatismo del Mercado de Sant Antoni. En el corazón del barrio, de manera inesperada, la Ronda del Raval aúna todos los espíritus contrapuestos en un ejercicio mayúsculo de sincretismo cultural, además de recordar en su morfología a una enorme vagina a punto de dar a luz. Parto de un nuevo mundo que se otea en el horizonte del barrio.
El recorrido aconsejado estará guiado por la intuición. La mejor manera de dejarse seducir por el barrio es pasearlo internándose en las calles según nuestro olfato. Entraremos a la zona a través de cualquier calle o callejón de los que arrancan en las Ramblas entre el Mercado de Sant Josep y el Gran Teatro del Liceu. Un olor sugerente envolverá al viajero con sólo asomarse por ellos. Aroma a ropa de trabajo secándose a la vista en los balcones. Barrio de tradición obrera, como muestran las modestas fachadas de los edificios hoy en remodelación. Pero el pasado del barrio desprende a la vez aromas de peligro. Mitificado en el acervo popular como zona oscura donde se daban cita tipos de lo más variopinto. Olor lascivo de sus antiguos locales de prostitución y clubes nocturnos de mala reputación (quedan como testigo locales como el Bagdad, hoy casi atracción turística) que abastecían de placeres a los marineros que llegaban al cercano puerto con billeteras y apetitos sexuales rebosantes. Olores alcohólicos de bares y establecimientos dedicados sin disimulo al tráfico ilegal de todo. Podiamos encontrar desde todo el abanico estupefaciente hasta un transistor, desde tabaco americano hasta animales de especies protegidas sin ningún tipo de permiso legal. Olor a fuerte y varonil aftershave de coquetos carteristas y a vómito y orín de borrachos conviviendo con efluvios de tarteras de la carne de cañón de fábricas a turnos y empleadas de hogar sin contrato. Lejanos aromas de antiguas familias inmigrantes llegadas en riadas del interior y sur del país, llamadas por la maquinaria industrial de la ciudad y sus alrededores y por la promesa, casi siempre incumplida, de una vida mejor. Panorama multicultural que, hasta los años noventa, otorgó al barrio un carácter particular que provocaba a la vez rechazo y atracción. Halo romántico como espacio de libertad a la vez que nido de delincuencia y marginación en el inconsciente colectivo urbano. No encuentro la palabra que defina en esencia el pasado del barrio. Para acercarme a él, visto lo heterogéneo del panorama, me inventaré una nueva: catalanocasticidad. Ese sería el punto de partida. Pero no nos engañemos, hoy en día el visitante sólo escuchará los ecos de ese espíritu, pues sucesivos y controvertidos cambios han operado en el barrio, provocando nuevos fenómenos enriquecedores.
La rehabilitación a golpe de piqueta desde principios de los noventa para ocultar al mundo olímpico las vergüenzas de la ciudad y la llegada de sucesivas olas de nuevos residentes desde lejanas parte del orbe han provocado en el antiguo habitante del barrio una visión negativa de su actual estado. Se le acusa a la transformación de haberse llevado por delante el saborcillo que le distinguía antaño, además de haber tenido lugar una gran partida en el juego de la especulación inmobiliaria. En ambos aspectos tiene razón el quejoso, pero sería injusto no poner en el otro lado de la balanza las aportaciones que los cambios han traido.
El parto del nuevo mundo al que antes aludíamos ya va dejando huellas en la fisonomía de las calles. Aceras repletas de comercios bulliciosos animan la atmósfera, nuevas formas culturales y religiosas se entremezclan en una convivencia real que se palpa en la calle. No es raro ver alternarse un viejo y castizo bar repleto de viejos inmigrantes que ya olvidaron su pasado, con locales de Kebab turcos, restaurantes indios, pinacotecas y coctelerías de diseño (incluso el gurú Adriá tiene por la zona dos locales de reciente inauguración), hamburgueserías de multinacionales, cuscuserías magrebíes junto a shawarmas libaneses. Puede que tal eclecticismo aburra a mucha gente, pues es cierto que homogeniza ciudades y mata espíritus seculares y aromas antiguos. Sin duda no es el caso del Raval, y la razón es que sus antiguos moradores se han esmerado en conservar lo que las constructoras no pudieron demoler. Junto a las propuestas lejanas y a las snob encontramos sin dificultad grasientos bares eternos con cartas escritas a rotulador en los cristales, clubes que no reparan en esconder la carnaza que se vende en su interior. Junto a portales minimalistas y oficinas oficiales de aire marmóreo y digno aparecen edificios de ocupas y centros culturales alternativos que dotan a la zona de un dinamismo berlinés. Buzones postmodernos en portales desvencijados. Farolas de diseño mariscalero cagadas por las mismas palomas que acompañaban en sus juergas a los olvidados marineros. Y sus comidas. Hay queremos llegar, por que las propuestas son infinitas. Llegadas de todos los continentes, las posibilidades abarcan todos los gustos y presupuestos existentes y se hermanan con las viejas recetas que durante décadas se guisaron en el barrio. De uno de los locales que conserva la tradición de la cocina de mercado de siempre queremos hablar hoy. Casa Leopoldo, el más literario de los Restaurantes que se puede concebir. Cuna de ideas y de argumentos de obras consideradas maestras en todo el mundo. Sentado entre azulejos y carteles taurinos no es difícil ver aparecer por ahí a Carvalho y Biscúter en busca de algún cuarteto de cuerda o de regreso de una vuelta al mundo. Podemos sentir a una Maruja Torres soñando con la Cornisse beirutí o a un Terenci entre pirámides fálicas. No sería extraño ver a Marsé llorar por su Teresa, ni a Mendoza pidiendo a voz en grito unos calamares encebollados.
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Idasecocina hambrientos como lobos |
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Serrat y colegas |
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Leyendas literarias |
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Partos de argumentos universales
Las paredes de Leopoldo guardan secretos |
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Moix sueña pirámides |
La noche de autos los que realmente estuvimos allí fuimos los idasdecocina y para atestiguarlo vamos a describir el menú, que esperamos que disfrutéis como hicimos nosotros, aunque sea desde la lejanía de unas fotografías. Nuestro deseo, que nadie desaproveche la ocasión si tiene la oportunidad de vivir unas horas la vida de este gran barrio barcelonés. Un recuerdo para toda la vida.
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Pa amb tomaquet para recibirrnos
Acabamos con dos hogazas completas preparadas
delante de nosotros |
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Que fue buen lecho para estas anxoves de L´Escala |
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Bacalao a Brass
La momia vuelve a la vida |
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Media ración de coquinas
La otra media ya estaba engullida, claro |
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Festival de entantes regados con el dulzor del Penedés de un
Viña Esmeralda y la robustez de una Tinta de Toro del Bierzo |
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Chuletillas de cabrito para continuar |
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Contundentes albóndigas con sepia y langostinos |
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Lujoso y libidinoso Cangrejo Real a la Plancha
Un día es un día... |
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...¿O no lo merecemos? |
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Sin Crema Catalana recién caramelizada no hay
final posible en el Rabal |
De ahí en adelante la noche no se puede contar, pero los gintonics sí.
Salut para todos
Ni te imaginas los recuerdos que me has traido .... Todas las celebraciones que hacían mis abuelos y mis tíos cuando yo era niña, eran en Casa Leopoldo.... Hace un año aproximadamente tuve la oportunidad de volver a ir, después de más de 20 años, por las bodas de oro de mis tíos y sigue tal y como lo recordaba.
ResponderEliminarMuchas gracias por despertar en mi tantos recuerdos.